Al igual que María
tengamos un corazón abierto, acogedor, para que la Palabra habite en nosotros y
nos ilumine el camino a seguir. María nos enseña la humildad, la ilusión,
la esperanza, la espera paciente y la aceptación de la voluntad de Dios.
Como María dejemos que la Luz nos inunde, que
Cristo se haga presencia en nuestro interior, que meditemos en el silencio como
lo hizo María y respondamos «Si» a los planes de Dios, aunque estos nos saquen
de nuestra comodidad, de nuestra rutina, porque responder afirmativamente es
vivir con alegría, con esperanza, con amor, es dejar que Él nos guié.
Junto a María contestemos: «hágase en mi tu
voluntad».
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