En estos tiempos, recios y contradictorios, de luchas y de crisis, de preocupaciones y falta de motivaciones para vivir un Niño nos ha nacido para que recuperemos las ansias de vida, de salvación, de eternidad, de Dios. Y, ese Niño, tiene un nombre: ¡Jesús!
La Palabra –además de escucharse- se ve, toma forma, se hacer carne. Sin grandes campañas de presentación ni grandes medios a su alcance.
Hoy, en la humildad, en silencio pero con muchísimo amor….nos ha nacido el Salvador.
En este día, se trata del nacimiento del Hijo de Dios que se hizo hombre. Todo lo demás o vive de ello o bien muere y se convierte en ilusión. Navidad quiere decir: Él ha llegado, ha hecho clara la noche. Ha hecho de la noche de nuestra oscuridad, de nuestra ignorancia, de la noche de nuestra angustia y desesperación una noche de Dios, una santa noche. Eso quiere decir Navidad. El momento en que esto sucedió, realmente y por todos los tiempos, debe seguir siendo realidad, a través de esta fiesta, en nuestro corazón y en nuestro espíritu.
En este día de Navidad celebramos la manifestación del amor de Dios a toda la humanidad. Es Dios quien toma la iniciativa, quien da el primer paso para acercarse a los hombres. Queremos preparar nuestro interior de manera que el Niño Dios encuentre en nosotros un pesebre cálido para su nacimiento.
Hoy y durante todo el tiempo de Navidad, celebramos en primer lugar un hecho histórico: el nacimiento de Jesús, el hijo de María, la esposa de José. El mismo que después de unos treinta años de vida oculta, pasó haciendo el bien y anunciando la buena nueva del evangelio del Reino, y que fue crucificado y sepultado y después resucitó. Nació en un sitio determinado, en Belén, y en un tiempo concreto, bajo el imperio del César Augusto y siendo Quirino gobernador de Siria.
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