La Ascensión del Señor, nos invita
mirar hacia el cielo. Pero no para desearlo como salida y fin de nuestros
sufrimientos o válvula de escape sino para seguir combatiendo, hoy y aquí, con
la misma fuerza y persuasión de Aquel que hoy se nos va pero nos asegura su
mano, su presencia y su voluntad de no abandonarnos anímica ni eclesialmente.
Por eso dos hombres vestidos de blanco dicen a los discípulos: ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? Nos está diciendo también a nosotros, discípulos del siglo XXI, que no nos quedemos contemplando, que hay que pasar a la acción, que tenemos que ser sus testigos por todo el mundo.
Contamos en los textos de hoy con un principio y un final. Se leen los primeros versículos del Libro de los Hechos de los Apóstoles y los últimos del Evangelio de Marcos.
En los Hechos se va a narrar de manera muy plástica la subida de Jesús a los Cielos.
EN la Segunda Lectura, al texto paulino de la Carta a los Efesios donde
se explica la herencia de Cristo recibida por la Iglesia. Dice San Pablo:
"Y todo lo puso
bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia como Cabeza, sobre todo. Ella es su
cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos". Es, pues, la
confirmación del mandato de Jesucristo.
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