Caminar desde Cristo.: Comentario a las lecturas del XXVIII Domingo del ...:
Cada domingo nos reunimos los cristianos alrededor del altar para celebrar nuestra fe. Celebramos el amor de Dios, que se nos da en el pan de la Eucaristía. Pan compartido, Cuerpo entregado que comulgamos y que nos invita a hacer nosotros lo mismo dando lo que somos y lo que tenemos, como le pidió Jesús al joven rico del pasaje del Evangelio de hoy. Pero es necesario primero escuchar la palabra de Dios y dejar que ésta llegue hasta el fondo de nuestra vida. Es la palabra de Dios la que nos cambia, la que nos llama y nos hace capaces de seguir a Jesús.
La palabra de Dios no se lee en la Misa, como podríamos leer cualquier otro texto, sino que la palabra de Dios se proclama para ser escuchada, para que entre a través de nuestros oídos y llegue hasta nuestro corazón para transformarlo. Pero es necesario que dejemos que la palabra de Dios penetre en nuestra vida. Nos dice el autor de la carta a los Hebreos que la palabra de Dios es cortante como espada de doble filo, que entra hasta los más profundo de nuestro ser. Por ello es necesario que nos quitemos cualquier escudo que impida a la palabra de Dios entrar en nosotros. También es necesario leer con frecuencia la palabra de Dios. A veces tenemos la tentación de leer el comienzo de un fragmento del Evangelio, y como ya casi nos sabemos de memoria, el texto cerramos la Biblia y nos conformamos simplemente con recordar lo que dice. Es necesario que leamos siempre el texto, aunque nos lo sepamos de memoria, para así dejar que la palabra de Dios actúe en nosotros. Esto nos puede suceder por ejemplo con el pasaje del Evangelio de este domingo.
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