Introducidos
ya en el tiempo litúrgico llamado "ordinario", vemos cómo Jesús
crece, habla y se sienta enseñando como un Maestro . Nos va presentando
aspectos prácticos para nuestra vida de cristianos, esta ya no queda reducida a un figurar como
acompañantes de Jesús (ni tan siquiera imitadores) sino conscientes de lo que
dice y de los efectos que produce el “pertenecer” a esa gran comunidad donde resuena el programa y las palabras de Jesús.
Ante las bienaventuranzas, lo primero que hay que decir es que son palabras que Jesús dirige no sólo a los discípulos sino también a las muchedumbres que, como se dice al final del Sermón, escuchaban con admiración las palabras del Rabí de Nazaret. Esto significa, en contra de lo que algunos opinan, que el Señor se dirige a todos, cuando nos pide esa santidad y perfección que suponen las bienaventuranzas. Es decir, todos estamos llamados a ser santos. Aunque la santidad que a cada uno nos pide el Señor no tiene las mismas características, sí tiene las mismas exigencias de un gran y profundo amor.
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