martes, 24 de abril de 2012

CARTA DE GÜIGO EL CISTERCIENSE AL HERMANO GERVASIO SOBRE LA VIDA CONTEMPLATIVA (I).


CARTA DE GÜIGO EL CISTERCIENSE AL HERMANO GERVASIO SOBRE LA VIDA CONTEMPLATIVA (I).

VI. FUNCION DE LA ORACION

El alma ve entonces que no puede, por sí sola, alcanzar la dulzura anhelada del
conocimiento y de la experiencia, y que cuando más se trata de elevarse tanto más a Dios está lejos.
Entonces se humilla y acude a la oración diciendo: “Oh Señor, ya que no te ven sino los puros de corazón, busco, leyendo y meditando, cuál sea y cómo se puede alcanzar la verdadera pureza de corazón, para poder conocerte, gracias a ella, al menos un poco. He buscado tu rostro, Oh Señor, tu rostro he buscado. He meditado largo tiempo en mi corazón y en mi meditación estalló un incendio y ha aumentado el deseo de conocerte. Cuando me fraccionas el pan de la Sagrada Eucaristía te haces conocer, y cuanto más te conozco, más profundamente deseo conocerte, no solamente en la corteza de la letra, sino del conocimiento que produce la experiencia. No te pido esto, Señor, por mis méritos, sino por tu misericordia. Confieso ser un indigno pecador, pero también los cachorros comen las migas que caen de la mesa de los dueños. Dame, por lo tanto, oh Señor, una garantía de tu heredad futura, una gota al menos de esa lluvia celestial para calmar mi sed pues que me abraso de amor”.

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