lunes, 23 de abril de 2012

Somos frágiles y en esa nuestra debilidad podemos hallar también la realidad luminosa de Dios.(II)


Libres de la autoafirmación destructiva y opresora con los demás, la experiencia del Espíritu nos ayuda a descubrir que el Amor trinitario nos envuelve y sostiene. No controla la vida, no somete la realidad, ni siquiera nos pone al amparo de las tormentas y oscuridades que acompañan la historia. Por el contrario, nos invita con Jesús a entrar en ellas con todas las consecuencias, a no evitar el camino de la Pascua ni los trabajos por el Reino de Dios en la tierra. Y en el fondo de esa experiencia, la de vivirnos frágiles en medio de la inseguridad, Dios se nos acerca como el Amor insondable que sostiene nuestro ser.
Somos eternamente amados por Él. ¿Podemos encontrar mayor seguridad? ¿Qué importan las vicisitudes del camino y las amenazas reales contra los seguidores de Cristo? La última palabra sobre nuestra vida la tiene el Amor de la Trinidad: del Padre que nos sostiene, del Hijo a quienes estamos unidos porque Él es carne de nuestra carne, del Espíritu que nos habita con el amor de los Tres. Ese es el brazo fuerte, la seguridad de nuestra vida capaz de superar nuestros miedos reales y fantasmas, de lanzarnos por los caminos de la tierra tras las huellas de Jesús sin temor a nada porque siempre, en todo momento, pase lo que pase, “nos sabemos sostenidos y ese sostén nos da calma y seguridad”.


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario