CARTA
DE GÜIGO EL CISTERCIENSE AL HERMANO GERVASIO SOBRE LA VIDA CONTEMPLATIVA (II).
VII. LOS
EFECTOS DE LA CONTEMPLACION
Con
estas y otras semejantes palabras encendidas, el alma prende su deseo, muestra
así el estado donde llegó, y con estos encantamientos llama al
Esposo. Los ojos del Señor están puestos sobre los justos y sus oídos están atentos
a sus oraciones, y hasta tal punto que ni siquiera espera que
sea terminada la oración, sino que durante la misma se da prisa para entrar en
el alma que lo busca con ansia. Y asimismo se da prisa para encontrarse con
ella rociando de dulzura celestial y perfumando con ungüentos preciosos.
Deleita así al alma cansada, sostiene a la sedienta, alimenta a la
hambrienta, le hace olvidar todas las cosas de la tierra, la alienta haciéndole
olvidar de si misma y, embriagándola, la hace sobria.
Y, del mismo modo que en
ciertos actos carnales el alma se ve tan dominada por la concupiscencia
de la carne al punto de perder todo uso de razón y el hombre se vuelve completamente
carnal, así por el contrario, en esta contemplación superior los movimientos
carnales quedan totalmente superados y absorbidos por el alma, que la carne en
nada contradice al espíritu, y el hombre se vuelve casi
totalmente espiritual.
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