CARTA
DE GÜIGO EL CISTERCIENSE AL HERMANO GERVASIO SOBRE LA VIDA CONTEMPLATIVA (III).
VIII.
LAS SEÑALES DE LA LLEGADA DE LA GRACIA
Pero, oh Señor, ¿cómo sabremos
cuando harás esto y cuál es la señal de tu venida? De este consuelo
y de esta alegría, ¿no son acaso mensajeros y testimonios las lágrimas y los
suspiros? Si es así, es esta una antífrasis y una señal desconocida. ¿Qué relación puede
haber entonces entre consuelo y suspiros; entre alegrías y lágrimas, si aun deben llamarse
lágrimas y no en cambio abundancia exuberante del rocío interior infundido desde lo alto como
señal de purificación interior y como limpieza del hombre
exterior? Así como en el bautismo de los niños con una ablución exterior
viene representada y se expresa una purificación interior del hombre, aquí, por
el contrario, de una ablución interior deriva una purificación externa. ¡Oh lágrimas
dichosas con las cuales se lavan las manchas internas y
se apagan los incendios de los pecados! ¡Bienaventurados vosotros que lloráis
porque reiréis! ¡Reconoce, oh alma mía, en estas lágrimas a tu esposo, abraza a
aquel por quien te derrites de deseos, embriágate ahora de un torrente de gozo,
bebe de la fuente del consuelo leche y miel! Gemidos y
lágrimas son los pequeños y estupendos dones, el consuelo que te ofrece y te trae
tu esposo. En estas lágrimas te ha brindado un brebaje sobreabundante. Estas
lágrimas son para ti pan de día y de noche, pan que alimenta el corazón del hombre,
mas dulce que la miel de los panales. Oh Señor Jesús, si
son tan dulces estas lágrimas producto de tu recuerdo y del deseo de Ti, ¿cuánto
más dulce será la alegría que vendrá de tu plena visión? Pero, ¿si es tan dulce
llorar por Ti; cuánto más dulce será gozar de Ti? Pero, ¿y por qué proclamamos en
publico estos coloquios secretos? ¿Por qué interpretamos expresar sentimientos y ternuras
indecibles con palabras comunes y vulgares? Los que no han
probado estas alegrías no las pueden entender, pero las entenderían si las
leyeran en el libro de la experiencia, donde es la misma unción divina que los
instruye. De otra manera la letra exterior no le aprovecha nada al lector: y de hecho poco
vale la lectura de la letra exterior si una explicación
salga del corazón, no explica el sentido interno que contiene.
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