Preservar y promover la vida
Dicen los expertos que el ser humano tiene en sus
manos dos funciones que le son propias. Dos funciones ancladas en lo que de
mamíferos tenemos, pero que son desarrolladas y desplegadas con lo propiamente
humano que es, claro está, su singularidad más enraizada.
A pesar de
ello, es curioso observar la infinidad de situaciones en las que la persona se
contradice, desvía su rumbo y encalla su navío contras las rocas más visibles.
Pareciera que éstas, como si de un canto de sirena se tratara, llaman para sí a
la persona, hipnotizándola logrando que fracase con la entrega de sus ideales
más nobles. El ejemplo más claro de esto lo tenemos en todas las decisiones que
el ser humano hace en pro del poder, el dinero, la fama o la falsa abundancia.
Agujeros, todos ellos, que nunca terminan por llenarse, pues son pozos ciegos
que recogen todo cuanto se les eche. Además de estas brechas que quiebran
nuestra mismidad, tenemos todo el ambiente político que nubla la vista hasta de
los más despiertos. Las faltas de transparencia, la mentira, la corrupción, el
miedo… palos que generan ruptura y separación. Diríamos que todo esto conecta
con lo diabólico del ser humano, pues lejos de unificarlo en su interioridad le
genera separación y desequilibrio.
Considero que
los hechos que vivimos estos días son un ejemplo claro de esto que digo. Es
sorprendente ver cómo los gobiernos europeos anteponen el valor-dinero al
valor-persona, rescatan la banca y hunden a las personas de las que ésta mismo
depende. Obvian, delante de todos, satisfacer estas dos funciones que deberían
ser los dos lados de la misma bandera (preservar y promover la vida). Dos
dinámicas generadoras de vida, pues la cuidan y la guardan para aquellos que
vienen o están por venir.
La realidad es
muchas veces dura, cruda, fría. Pero siento recordar a aquellos que leen esto
que el ser humano en su interior justamente todo lo contrario. Sinceramente debo
confesar que me dan pena todas esas personas que viven dependientes de los
valores del mercado, de sus puestos de honor y prestigio, que utilizan los
medios más caros para su discurrir cotidiano. Me da pena, porque una y otra vez
se empeñan en llenar el vacío que sienten detrás de toda la parafernalia que se
han creído, porque pretenden preservar un ego inflamado de él mismo, intentan
perpetuarse en una lista que recoge el nombre de aquellos que más se
aprovecharon de los que menos tenían. Lamento profundamente que, sobre todo, el
daño lo reciban los que menos culpa tienen, aquellos que nunca fueron
responsables, los que en este momento, mientras redacto estas líneas, lloran
desesperados o mueren de hambre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario