viernes, 13 de septiembre de 2013

Regla de vida cristiana (V).

Planes y reglas de vida personales o comunitarios
-Cada uno haga en estas cosas lo que Dios le dé hacer, no más, ni menos, ni otra cosa. Si Dios le da comprometerse sólamente a una o dos obras fundamentales, bien está. Mejor aún, en principio, si le concede vivir según un plan completo de vida, o incluso si el don de Dios le lleva a ajustarse con voto a una regla. Todas estas alternativas y otras posibles son buenas, y se trata únicamente de hacer lo que Dios quiera para cada persona. «Cada uno ande según el Señor le dió y le llamó» (1Cor 7,17; +20. 24).
-Trácese el plan o regla personal de vida en la hora de mayor luz espiritual, en unos Ejercicios espirituales, después de mucha oración, tratando del tema con el director espiritual. Y una vez trazado el camino, sígase después siempre con toda fidelidad, especialmente cuando se camina con poca luz, y más aún cuando llega la hora diabólica y «el poder de las tinieblas» (Lc 22,53). Entonces es justamente cuando perseverar en el camino que Dios nos dió muestra todo su valor espiritual. Caminamos a oscuras, guardando la dirección establecida en la hora de luz. -Si un conjunto de cristianos laicos es bastante heterogéneo, no pretenda vivir según una norma común bien determinada, pues lo que a unos conviene a otros les perjudica. Síga cada uno un camino, eso sí, pero que sea el propio. Y si a pesar de todo pretenden caminar juntos, oblíguense sólamente a ciertas obras comunes, pocas y de segura aceptación unánime : el rezo del Rosario, por ejemplo, los Ejercicios anuales, etc.
-Una norma de vida ofrece ciertas ventajas y desventajas según sea personal o comunitaria. Y habrá que evaluar esto con prudencia en cada caso. Si es personal, puede ser más concreta y determinante, y ajustarse más a la condición de la persona y a su gracia peculiar. Si es común, habrá de ser más amplia y general, pero su seguimiento favorece la unión fraterna de caridad, facilita las mutuas ayudas, y hace posible ciertas actividades, quizá muy valiosas, que de otro modo apenas serían viables.
-En todo caso, suelen convenir a los laicos normas de vida bien sencillas , de pocos y fundamentales preceptos. Ésta ha sido siempre la tradición evangélica y eclesial, como ya he señalado antes. «Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros [los apóstoles] no imponeros ninguna carga más, fuera de éstas que son necesarias» (Hch 15,28). Desde luego, un grupo de laicos muy homogéneo puede darse con provecho espiritual una ley de numerosos preceptos. Pero aún entonces tengan cuidado, y no olviden que todas las personas son distintas, y que cada una tiene su gracia peculiar.
Siendo ésta la verdad, ¿cómo un conjunto de personas, por homogéneo que sea, pero integrado por personas tan diversas, se atreverá a darse una ley única, bien minuciosa y determinada?... Basta, además, con asegurar en la vida de los cristianos unos cuantos aspectos fundamentales de la vida espiritual, para que todos los demás se vean fortalecidos y reorientados hacia la santificación. -Para que convenga sujetar a ley alguna obra de la vida cristiana han de darse estas condiciones, tanto se si trata de una norma personal o de otra comunitaria: 1.- que la experiencia muestre con claridad que sin la ayuda de la ley esa obra no se realiza con una constancia aceptable; 2.- que esa obra sea realmente importante para el crecimiento de la vida espiritual; 3.- que se espere con prudencia espiritual que Dios querrá conceder esa obra a la persona o al grupo; 4.- que haya alguna experiencia, propia o ajena, de que esa ley suele favorecer la realización en el Espíritu de tal obra.
En ocasiones una persona decidirá profesar una regla comunitaria no atendiendo tanto a su propio bien espiritual -pues quizá no vea en esa norma de vida especiales ayudas para ella-, sino a las bien de otras personas que sí necesitan ayudarse con esa ley común. Comprometerse personal o comunitariamente, por ejemplo, al rezo de algunas Horas litúrgicas o a la donación de un cierto diezmo, reune sin duda, al menos en algunos casos, esas cuatro condiciones.
(Tomado de Documentos de apoyo | Base documental de Catholic.net).

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