1. Frente a las dificultades de la oración:
a) “La dificultad habitual de la oración es la distracción”.
“Perseguir las distracciones es caer en sus redes; basta con volver a
nuestro corazón: la distracción descubre al que ora aquello a lo que su
corazón está apegado”. Hay que estar vigilante en la oración.
b) Otra dificultad es la sequedad, que ocurre cuando en la oración no
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hay gusto por nada ni consuelo. “Es el momento en que la fe es más pura,
la fe se mantiene firme junto a Jesús en su agonía y en el sepulcro”.
a) La falta de fe: que se manifiesta en nuestras preferencias de hecho.
“Cuando se empieza a orar, se presentan como prioritarios mil trabajos y
cuidados que se consideran más urgentes” y prioritarios. Hay que volver
a interiorizar las palabras del Señor: “Sin mí, no podéis hacer nada” (Jn
15, 5).
b) La acedía: es “una forma de aspereza o de desabrimiento debidos a la
pereza, al relajamiento de la ascesis, al descuido de la vigilancia, a
la negligencia del corazón”. La humildad lleva a ser constantes y a
ganar en confianza.
La confianza filial:
“La confianza filial se prueba en la tribulación (…). Hay quien deja de
orar porque piensa que su oración no es escuchada”.
♦ Queja por la oración no escuchada: “Cuando alabamos a Dios o le damos
gracias por sus beneficios en general, no estamos preocupados por saber
si esta oración le es agradable. Por el contrario, cuando pedimos,
exigimos ver el resultado. ¿Cuál es entonces la imagen de Dios presente
en este modo de orar: Dios como medio o Dios como el Padre de Nuestro
Señor Jesucristo?”.
San Pablo nos recuerda que “nosotros no sabemos pedir como conviene” (Rm
8, 26) y Jesús quiere que pidamos pero con el convencimiento de que
“Nuestro Padre sabe bien lo que nos hace falta antes de que nosotros se
lo pidamos” (cf Mt 6, 8).
“No tenéis porque no pedís. Pedís y no recibís porque pedís mal, con la
intención de malgastarlo en nuestras pasiones”. (St 4, 2-3).
Él quiere”que nuestro deseo sea probado en la oración. Así nos dispone
para recibir lo que él está dispuesto a darnos” (San Agustín).
♦ Para que nuestra oración sea eficaz: confianza en Dios Padre, Hijo y
Espíritu Santo.
“La oración de Jesús hace de la oración cristiana una petición eficaz.
Él es su modelo. Él ora en nosotros y con nosotros. Puesto que el
corazón del Hijo no busca más que lo que agrada al Padre”.
Jesús ora en nuestro lugar y a favor nuestro. “Si nuestra oración está
resueltamente unida a la de Jesús, en la confianza y en la audacia
filial, obtenemos todo lo que pidamos en su Nombre, y aún más de lo que
pedimos: recibimos al Espíritu Santo, que contiene todos los dones”.
La oración de la Hora de Jesús:
“Cuando ha llegado su hora, Jesús ora al Padre (cf. Jn 17). Su oración ,
la más larga transmitida por el Evangelio, abarca toda la Economía de la
creación y de la salvación, así como su Muerte y su Resurrección”, la
tradición cristiana la llama la oración
<<sacerdotal>> de Jesús.
Jesús pide por la unidad de sus discípulos. Su oración está unida a su
sacrificio. “Nuestro Sumo Sacerdote que ruega por nosotros es también el
que ora en nosotros y el Dios que nos escucha”.
“La oración sacerdotal de Jesús inspira, desde dentro, las grandes
peticiones del Padre Nuestro: la preocupación por el Nombre del Padre,
el deseo de su Reino (gloria), el cumplimiento de la voluntad del Padre,
de su designio de salvación y la liberación del mal”.
“En esta oración Jesús nos revela y nos da el
<<conocimiento>>
indisociable del Padre y del Hijo que es el misterio mismo de la vida de
oración”.
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