domingo, 23 de febrero de 2014

San Agustin. SERMÓN SOBRE LA DISCIPLINA CRISTIANA (I)

SERMÓN SOBRE LA DISCIPLINA CRISTIANA

Argumento del sermón
I 1. Aprender a vivir bien para llegar a vivir siempre. Nos ha dicho la palabra de Dios en la Escritura, tomada para exhortación nuestra: Aceptad la disciplina en la casa de la disciplina1. Disciplina viene del latín discendo. Casa de la disciplina es la Iglesia de Cristo. ¿Qué es lo que aquí se aprende y por qué se aprende? ¿Quiénes son los que aprenden y de quién aprenden? Se aprende a vivir bien. Y para eso se aprende a vivir bien: para llegar a vivir siempre. Aprenden los cristianos. Enseña Cristo. Entonces atended a lo que os diga en pocas palabras, según me lo inspire el Señor: lo primero de todo, qué es vivir bien. Lo segundo, cuál es el premio de una vida buena. Lo tercero, quiénes son verdaderos cristianos. Lo cuarto, quién es el maestro verdadero.
Todos estamos en la casa de la disciplina; pero muchos no quieren tener disciplina. Y lo que es más perverso: no quieren tener disciplina ni en la casa de la disciplina. Como además deben aceptar la disciplina en la casa de la disciplina para guardarla también en sus casas, ellos, por el contrario, quieren tener indisciplina no solamente en sus casas, sino llevarla también consigo hasta la misma casa de la disciplina. Entonces, aquellos en quienes no es estéril la palabra de Dios son los que tienen un corazón de oro, que no son como el camino, donde los pájaros arrebatan la semilla cuando ha caído; que no son como el pedregal, donde la semilla no puede tener raíz profunda, y aunque brota a tiempo, se seca en el estío; que no son como el campo espinoso, donde la semilla, cuando ha germinado y ha comenzado a entallecer, es sofocada por la densidad de las zarzas, sino que son como la tierra buena preparada para recibir la semilla y dar fruto: ya el ciento, el sesenta o el treinta. (Recordad vosotros, los que no sin razón entráis en la escuela de la disciplina, que he mencionado estas comparaciones del Evangelio).
 Por tanto, los que son tales que acepten lo que el Señor se digna decir por mí. En efecto, siendo él el que siembra, ¿qué es lo que soy yo? Apenas la espuerta del sembrador. El se digna depositar en mí lo que él os va a esparcir. No queráis, pues, reparar en la vileza de la espuerta, sino en la caridad de la semilla y en la potestad del sembrador.
Qué es vivir bien
II 2. Los preceptos de vivir bien están compendiados en un mandato breve y claro. —¿Qué es el vivir bien que aquí se aprende? En la ley hay muchos preceptos, donde está contenida, se manda y se aprende la misma vida buena. Los preceptos, sin duda, son muchos, innumerables. Apenas hay alguno capaz de contar las páginas en que están contenidos, ¿cuánto menos los mismos preceptos? Sin embargo, Dios quiso resumirlos y abreviarlos para que nadie pueda excusarse, bien porque no les va el leer, bien porque no saben, bien porque no los pueden entender fácilmente. Repito que, para que nadie tenga excusa en el día del juicio, quiso Dios, como está escrito, compendiar y abreviar su palabra sobre la tierra, según lo había predicho el rofeta: Realmente el Señor hará una palabra compendiadora y abreviadora sobre la tierra3. Esta misma palabra compendiada y abreviada quiso Dios que no fuese oscura. Además, breve, fácil de leer y clara, para que nadie diga: No me ha sido fácil entenderla. Las Sagradas Escrituras son como un inmenso tesoro que encierra en sí muchos preceptos maravillosos, a modo de muchas gemas y preciosos collares y vasos finos de buen metal. Pero ¿quién es capaz de examinar tan inmenso tesoro, de servirse de él y de llegar a descubrir todo lo que en él hay? Cuando el Señor puso esta parábola en su Evangelio y dijo: El reino de los cielos es semejante a un tesoro encontrado en el campo4, para que nadie se creyese incapaz de encontrarlo, añadió en seguida otra comparación diciendo: El reino de los cielos es semejante a un comerciante buscador de finas margaritas, que encontró una margarita preciosa5, y vendió todo lo que tenía, y la compra, para que si eras un perezoso en buscar el tesoro, no lo seas en llevar debajo de la lengua una margarita, y entonces anda seguro adonde quieras.

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