domingo, 6 de mayo de 2012

Frutos de la intimidad con Dios.

SEMBREMOS SÓLO AMOR

Una persona, un gesto, puede cambiarnos la vida. Pero
así como pueden cambiárnosla a nosotros, también
pueden cambiársela a los demás. Por eso es importante
que siempre recordemos que somos personas, y que somos
dueños de nuestros gestos, y que al vivir en un mundo
de relación, en contacto con otras personas, nuestra
propia persona y nuestros gestos pueden cambiar la
vida de los demás.

Pensemos simplemente en el valor de una sonrisa. Cuán
diferente nos sentimos cuando se nos recibe con una
sonrisa en lugar de una mueca o sólo con indiferencia.
Qué distinto nos predispone la amabilidad, una palabra
cálida, un gesto de cariño, una caricia, un beso, una
manifestación de ternura. En cambio la grosería, el
desprecio, la indiferencia, el maltrato, pueden
destruirnos.

Tratamos de ir por la vida sembrando amor y respeto; y
no siempre recibimos lo mismo. Pero eso no debe hacer
que nosotros cambiemos, porque, entonces, estaríamos
imitando modelos que repudiamos. Si algo nos lastima
tratemos de cambiarlo; y si no podemos, apartémonos de
ello. Pero no emulemos su accionar.

Recordemos que esas, nuestras acciones, pueden cambiar
la vida de los demás. Pensemos lo lindo que es
cambiar la vida de los demás para bien, para mejor.
Lo bueno que es cambiar lágrimas por sonrisas,
tristeza por alegría, desprecio por consideración,
odio por amor, maldad por bondad. Siempre, lo bueno,
es cambiar malo por bueno.

Obremos de modo tal que, en nuestro paso por la vida
de los demás, sembremos sólo amor. Seguramente,
cosecharemos más de lo que nos podemos imaginar.

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