viernes, 28 de junio de 2013

La regla de vida: ayuda para nuestra vida cristiana.

La regla de vida: ayuda para nuestra vida cristiana.


 “Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación” (1 Tesalonicenses 4:3). 
¿Cuál es la regla de vida para el creyente?
¿Por cuál regla debería vivir? ¿Cómo ha de vivirse la vida cristiana?
¿Qué normas debo seguir y en qué debo fijar la vista?
 Como creyente, ¿cómo debo andar?
 ¿Cuál es la clave para vivir la vida cristiana?
¿Qué debo hacer para vivir una vida que agrade a Dios?
¿Cómo puedo vivir una vida santa?
¿Cómo puedo caminar por la senda que Dios ha escogido para mí, la senda de santidad y santificación?

Estas preguntas son importantes y han sido respondidas en al menos dos maneras distintas.
Algunos insisten en que la regla de vida del creyente es la LEY. Cuando dicen “LEY”, se refieren en especial a la ley moral de Dios como es expuesta en los Diez Mandamientos. ¿Cómo he de vivir?.
Su respuesta sería ésta: “Debo vivir por la ley de Dios. Debo vivir por los Diez Mandamientos.
Esta es mi regla de vida. La clave para vivir la vida cristiana y la clave para andar en santidad es tratar de obedecer la  ley de Dios, especialmente los Diez Mandamientos, que el Señor Jesús resumió en dos grandes mandamientos: amar a Dios con todo tu corazón y amar a tu prójimo como a ti mismo”. 

 Estos son los textos bíblicos.
22:36 "Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?"
22:37 Jesús le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu.
Deuteronomio 6, 5 Marcos 12, 30 Lucas 10, 27
22:38 Este es el más grande y el primer mandamiento.
22:39 El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
Levítico 19, 18 Mateo 5, 43 Mateo 19, 19 Marcos 12, 31 Lucas 10, 27 Romanos 13, 9 Gálatas 5, 14 Santiago 2, 8
22:40 De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas".( Mateo, 22:36-40.)



12:28 Un escriba que los oyó discutir, al ver que les había respondido bien, se acercó y le preguntó: Mateo 22, 35-40 Lucas 10, 25-28 "¿Cuál es el primero de los mandamientos?"
12:29 Jesús respondió: "El primero es:
Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor;
12:30 y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas.
Deuteronomio 6, 4-5 Mateo 22, 37
Lucas 10, 27
12:31 El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
Levítico 19, 18 Mateo 5, 43 Mateo 19, 19 Mateo 22, 39 Lucas 10, 27 Romanos 13, 9 Gálatas 5, 14 Santiago 2, 8 No hay otro mandamiento más grande que estos".
12:32 El escriba le dijo: "Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él,
Deuteronomio 4, 35
12:33 y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios". Oseas 6, 6 Mateo 9, 13 Mateo 12, 7
12:34 Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: "Tú no estás lejos del Reino de Dios". Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
(
Marcos 12, 28-34).

10:25 Y entonces, un doctor de la Ley se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba: Mateo 22, 35-40 Marcos 12, 28-34 "Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?"
10:26 Jesús le preguntó a su vez: "¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?"
10:27 Él le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, Deuteronomio 6, 4-5 Mateo 22, 37 Marcos 12, 30 y a tu prójimo como a ti mismo".
Levítico 19, 18 Mateo 5, 43 Mateo 19, 19 Mateo 22, 39 Marcos 12, 31 Romanos 13, 9 Gálatas 5, 14 Santiago 2, 8
10:28 "Has respondido exactamente, le dijo Jesús; obra así y alcanzarás la vida". Levítico 18, 5 Nehemías 9, 29 Ezequiel 18, 9 Ezequiel 20, 11-13 Romanos 10, 5 Gálatas 3, 12
(Lucas 10, 25-28).


1 comentario:

  1. El menor grado de santidad que pueda tener la persona humana, el menor acto de caridad que haga, valdrá mucho más que toda ciencia o poder o fama, porque lo acercan al proyecto que Dios tiene sobre cada uno de nosotros y le dan una personalidad más excelente que todas esas otras ventajas si las tuviera; y esto, por dos razones:
    1- Porque participar de la santidad de Dios, es participar de todo lo más importante, por decirlo así, que hay en Él. Los demás atributos de Dios, como la ciencia, el poder, pueden ser comunicados a los hombres de tal manera que les sean naturales. Unicamente la santidad no puede serles nunca natural (sino por gracia).
    2- Porque la santidad y la felicidad son como dos hermanas inseparables y porque Dios no se da ni se une más que a las almas santas y no a las que sin poseer la santidad, poseen la ciencia, el poder y todas las demás perfecciones imaginables. Por lo tanto, el grado más pequeño de santidad o la menor acción que la aumente, es preferible, a los cetros y coronas. De lo que se deduce que perdiendo cada día tantas ocasiones de hacer actos sobrenaturales, perdemos incontables felicidades, casi imposibles de reparar. No podemos encontrar en las criaturas el gozo y la paz, que son frutos del Espíritu Santo, por dos razones.
    1- Porque únicamente la intimidad con Dios nos afianza contra las turbaciones y temores, mientras que la posesión de las criaturas causa mil inquietudes y mil preocupaciones. Quien posee a Dios no se inquieta por nada, porque Dios lo es todo para él, y todo lo demás solo vale en relación a El y según El lo disponga.
    2- Porque ninguno de los bienes terrenos nos puede satisfacer ni contentar plenamente. Vaciad el mar y a continuación, echad en él una gota de agua: ¿llenaría este vacío inmenso? Todas las criaturas son limitadas y no pueden satisfacer el deseo del alma por Dios.
    La paz hace que Dios reine en el alma y que solamente Él sea el dueño. La paz mantiene a la persona humana en la perfecta dependencia de Dios. Por la gracia santificante, Dios se hace en la intimidad del corazon como una fortaleza donde habita. Por la paz se apodera de todas las facultades, fortificándolas tan poderosamente que las criaturas ya no pueden llegar a turbarlas. Dios ocupa todo el interior.
    Por eso los santos están tan unidos a Dios lo mismo en la oración que en la acción y los acontecimientos más desagradables no consiguen turbarlos. 

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