Palabra de gratitud
Lectura del libro del Deuteronomio 8, 7-18:
“Habló Moisés al pueblo y dijo: Cuando el Señor tu Dios te introduzca en
la tierra buena, que es tierra de torrentes, de fuentes y veneros que
manan en el monte y la llanura; tierra de trigo y cebada, de viñas,
higueras y granados, de olivares y de miel; tierra en que no comerás
tasado el pan ... , entonces comerás hasta hartarte y bendecirás al
Señor tu Dios por la tierra buena que te ha dado. Pero, cuidado, no te
olvides del Señor tu Dios, sé fiel a los preceptos, mandatos y decretos
que yo te doy..., no sea que te vuelvas engreído y te olvides del Señor
tu Dios...”
En la verdad de lo que somos, criaturas, pero criaturas dotadas con
conciencia de serlo, está impresa la huella del Señor y Creador. No
devolver amor y gratitud es necedad.
Lectura de la segunda carta de san Pablo a los corintios 5, 17-21:
“Hermanos: El que es de Cristo [como vosotros] es una criatura nueva.
Para ella lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado. [Mas no olvides
que] todo esto viene de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió
consigo y nos encargó el servicio de reconciliar... En nombre de Cristo
os pedimos que os reconciliéis con Dios...”
Somos criaturas privilegiadas, amadas como hijas de Dios, regeneradas
por Cristo. ¿Cómo es posible, si reflexionamos un momento con
sinceridad, que reneguemos de lo que somos obrando impíamente?
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 7, 7-11:
“En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Pedid y se os dará, buscad
y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien
busca encuentra y al que llama se le abre. Si a alguno de vosotros le
pide su hijo pan, ¿le dará una piedra?... Pues si vosotros, que sois
malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro
Padre del cielo dará cosas buenas a los que le piden!”
Lo que hoy pedimos es perdón, misericordia, gracia; y lo que ofrecemos
es arrepentimiento, compromiso de vida noble y digna, adherirnos a
Cristo vivo. Lo demás vendrá por añadidura.
Momento de reflexión
Apropiémonos en unos minutos de meditación sincera los sentimientos
que la liturgia de Laudes recoge en este himno de gratitud. Y hagámoslo
suplicando que estén espiritualmente con nosotros todos los redimidos
por Cristo:
Gracias, Señor, por esta agua que llega
del aire hasta los campos, hasta el bosque y el huerto;
gracias por tu palabra que riega este desierto
del alma, prometiendo las horas de la siega.
Gracias por tanta gracia, tanta cuidada entrega,
por el sol que calienta este corazón yerto.
Gracias por estas flores primeras que han abierto
ojos de luz a tanta claridad honda y ciega.
Gracias porque te he visto latiendo en los bancales,
favoreciendo, urdiendo los tiernos esponsales
del verdor con la tierra, la rosa con la rama...
Gracias porque es llegado el tiempo del que ama. Amén.
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