domingo, 9 de febrero de 2014

Hay una fuerza misteriosa de fecundidad espiritual en el dolor que es abrazado y ofrecido por amor. (I)

“Suplo en mi carne -dice el apóstol S. Pablo en su carta a los Colosenses- lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia". Con estas palabras, pareciera que S. Pablo ha querido revelarnos un misterio poderoso, un tesoro de gran valor que él ha descubierto: el sentido y el valor salvífico del sufrimiento. Aunque ha sido un descubrimiento personal, S. Pablo nos invita a descubrir este tesoro escondido. Descubrirlo, es abrirnos a una potencia de gracia, de amor, de fecundidad y de participación inimaginable en los designios redentores de Dios sobre los hombres y sobre el mundo.

El sufrimiento, nos dice el Siervo de Dios Juan Pablo II, en su Carta Apostólica, Salvificis Doloris, “parece ser, y lo es, casi inseparable de la existencia terrena del hombre”. El dolor es un misterio, una realidad inherente a la propia condición humana. Éste ocurre en diversos momentos de la vida; se realiza de maneras diferentes, asume dimensiones diversas; sin embargo, de una forma o de otra, acompaña la vida del hombre aquí en la tierra en su doble dimensión: corporal y espiritual.

El Papa nos ha recordado en esta carta que la redención realizada por Cristo, al precio de la pasión y muerte de cruz, es un acontecimiento decisivo y determinante en la historia de la humanidad, no solo por que cumple el designio divino de justicia y misericordia, asumiendo nuestros pecados y pagando por ellos, alcanzándonos así, la salvación. Sino que también, porque el sufrimiento del Dios-hecho hombre, revela al hombre un nuevo significado del sufrimiento. Significado que el corazón humano ha buscado incesantemente entender porque éste le ha acompañado a lo largo y a lo ancho de la historia y a través de toda la geografía, y que solo en la Cruz de Cristo encuentra su mas elocuente explicación: Dios es amor y por lo tanto, la cruz es signo y manifestación misteriosa de su amor!!!.

El sufrimiento es un misterio
Oh, que misterio es el sufrimiento, que misterio se encierra en el poder de la Cruz!! Misterio que es accesible solo a aquellos que abren su corazón a contemplar el poder y la fuerza del amor manifestado en el dolor. Como nos dice S. Pablo: “Así, mientras los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles, más para los llamados, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios. La predicación de la Cruz es una necedad para los que se pierden; mas para los que se salvan, para nosotros, es fuerza de Dios.” (1 Cor 1; 17..)

¡Que misterio! para algunos la cruz es escándalo, o sea, piedra de tropiezo, para otros necedad, o sea una tontería, para muchos debilidad, para otros un mal que hay que evitar a toda costa....... para algunos caída y para otros elevación, cumpliendo así la profecía de Simeón en la presentación del Niño Jesús al Templo: “Este está puesto como signo de contradicción, puesto para caída y para elevación de muchos” (Luc 2, 33).

Para los sencillos de corazón, para los que elevan su corazón más allá de sus expectaciones y añoranzas terrenas, para los que permiten al Espíritu Santo iluminar su limitado entendimiento con la luz de la inteligencia espiritual, la cruz, el sufrimiento, es fuerza de Dios, es sabiduría de Dios, es manifestación poderosa de la potencia del amor, y del amor hasta el extremo.

Ante el anuncio del sufrimiento que Simeón profetiza que sería para algunos caída y para otros elevación, para la Virgen Santísima, quien comprendió que la misión salvadora de su Hijo se daría en el contexto del dolor y la oposición, ese anuncio es oportunidad de elevación, para dar “otro fiat” con el que acoge el destino de su Hijo en plena comunión con El: “a ti misma una espada traspasará tu corazón”. Ese es el

misterio que Nuestra Madre y en imitación y comunión con su Corazón, muchos santos y santas han comprendido.. Que el amor, si es verdadero, estará siempre dispuesto a sufrir con el amado. Santa Clara de Asís, como fruto de su experiencia de vida, nos dice: "El amor que no puede sufrir no es digno de ese nombre".

El amor es, por lo tanto, la fuente más rica para entender el sentido del sufrimiento, que siempre es y será un misterio. Para descubrir este misterio, a la medida posible, debemos contemplar la Cruz de Cristo: el amor salvífico de Cristo que se entregó por nosotros hasta el extremo y sufriendo, nos alcanzó la vida: “Por sus llagas hemos sido sanados”. “La cruz de Cristo --la pasión-- arroja una luz completamente nueva sobre este misterio, dando otro sentido al sufrimiento humano en general.” (JPII, 1988) Para leer el sentido mas profundo del sufrimiento, debemos hacerlo desde la Cruz de Cristo, leerlo desde el lenguaje del amor oblativo y del amor salvífico. “Desde la Cruz se contempla mejor el cielo”.

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